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Arquitectos: K architectures
- Área: 3272 m²
- Año: 2022
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Fotografías:Guillaume Amat
Contexto. Villerupt es una pequeña ciudad en Lorraine, construida en la frontera con Luxemburgo sobre un subsuelo que alguna vez estuvo lleno de mineral de hierro. Siguió la gran expansión de la explotación de este recurso, pasando de 560 habitantes en 1861 a más de 16,000 un siglo después. Muchos italianos vendrán a ocupar las decenas de miles de trabajos necesarios para extraer y procesar millones de toneladas de material. Cuatro generaciones se sucederán hasta que el recurso se agotó.
Más de cincuenta años después, un gran número de villeruptianos siguen unidos a sus raíces italianas y Villerupt organiza un festival anual de cine italiano de alcance nacional. Por otro lado, casi todas las instalaciones industriales han sido desmanteladas, pero el paisaje conserva muchos vestigios de este período. Las gigantescas paredes de contención son las más espectaculares. Es al pie de una de ellas donde se construye el Arco.
Problemas/Desafíos. Villerupt es el centro de una cadena de municipios construidos en el Valle de Alzette. Estos vecinos, unidos por la misma historia industrial, ahora están todos vinculados a la enorme demanda de trabajo que llama Luxemburgo.
Estos municipios se han unido en un gran proyecto conjunto para limpiar un vasto terreno industrial y construir un nuevo distrito con futuro. Simbólicamente, el primer edificio que se erigió en esta área fue L'Arche, con el objetivo de obtener el título de "Capital Europea de la Cultura" en asociación con su vecino luxemburgués, Esch-sur-Alzette. El objetivo se alcanzó en 2022 incluso antes de su entrega final.
L'Arche ha sido programado como un espacio cultural híbrido donde las artes digitales, las industrias creativas y diversas prácticas artísticas se encuentran. Es un lugar de vida y compartir donde se puede encontrar un bar restaurante, un cine, una sala de espectáculos, un laboratorio de fabricación y una galería de arte digital inmersiva.
El Arco se construye al pie de una pared monumental. Esta pared alta y gruesa, construida de piedra, soportaba una plataforma técnica en la que se descargaba el mineral extraído antes de ser transportado a las acerías debajo. Frente a este paisaje impresionante que podría haber inspirado la "pared" de la serie "Juego de Tronos", y frente a esta historia obrera que ha criollizado la región con una fuerte consonancia italiana, Karine Herman y Jérôme Sigwalt se inspiraron en un contexto sin precedentes.
Su arquitectura narrativa ha inventado una forma particularmente singular, incluso endémica. Su maciza morfología mineral responde con la misma potencia al desproporcionado muro que la bordea. Su escritura también hace referencia a otra gigantesca estructura de contención construida no muy lejos y que está alveolada según el principio de las arcadas. Un tema intemporal que recuerda a una estructura de contención similar construida en Italia hace unos 2000 años, el Coliseo de Roma. También en Italia se inspiraron los arquitectos en una referencia casi universal. Se trata de un pequeño edificio construido en el siglo pasado en las salvajes y fantasmagóricas calas de la isla de Capri.
Se llama la Casa Malaparte y esta casa es un icono de la arquitectura racionalista italiana como se ha convertido en un icono arquitectónico del cine desde que Brigitte Bardot y Michel Piccoli la pasearon en 1963 en Le Mépris de Jean-Luc Godard. La invención de este vínculo con Villerupt parecía casi incongruente, pero los arquitectos se atrevieron y el Arco fue efectivamente modelado para recordar la forma singular de esta casa. Su masivo volumen biselado en la quinta fachada, se perfila en una monumental escalera pavimentada que deja deslizar la mirada hasta las alturas del muro. Su alto rellano está concebido como un mirador y aguarda la instalación de un edificio que combina arquitectura y arte digital.
El macizo edificio se adelgaza y se abre generosamente en arcadas a la explanada Nino Rota, que lleva el nombre del compositor italiano autor de numerosas partituras cinematográficas, entre ellas El Padrino y Casanova, de Fellini. El tercer lugar se abre al público a través de un vestíbulo animado por un bar restaurante y un pequeño escenario efímero. Este espacio está enmarcado por fachadas interiores que se abren a otros espacios, como el cine de 147 butacas, la galería inmersiva, el "fab lab" y, sobre todo, un vasto auditorio con capacidades muy ambiciosas para adaptarse a un aforo de hasta 1.140 personas.
La arquitectura interior se inscribe deliberadamente en el mismo minimalismo contemporáneo. El gran volumen del vestíbulo, bañado por la luz natural, acoge al público en un ambiente de convivencia puntuado por obras imaginadas en la tradición grandilocuente de los vestíbulos teatrales. La escalera, que conduce al balcón de la sala principal, se desprende de la fachada interior para leerse en el espacio como una obra monumental. La iluminación corre a cargo de lámparas de araña creadas específicamente para el lugar. Dos modelos, uno cóncavo y otro convexo, están diseñados según una tecnicidad próxima a las estructuras utilizadas en escenografía. Su armazón es de acero bruto y los ensamblajes son relativamente poco técnicos. Estas estructuras están diseñadas para soportar los aparatos de iluminación técnica a lo largo de líneas en forma de cono.
Las lámparas están recubiertas de gelatina de espectáculo para colorear la luz en los tonos dominantes de una puesta de sol de Lorena. Los colores en general se eligen en sus tonos desvaídos o en los grises concretos. El resto de los espacios se blanquean de forma mate como si estuvieran empolvados con un blanco de Meudon. El Arca es un edificio singular que, sin embargo, sigue el tema de la intemporalidad que sus arquitectos siguen explorando en sus creaciones. Porque si el minimalismo sigue siendo su tendencia dominante, los autores utilizan un placer malicioso para no llevar nunca sus referentes pintorescos más allá de los límites de la abstracción. Es como si se negaran a que sus obras destaquen en la historia. No para que no tengan una edad, sino para que tengan varias edades. "Los edificios de la escritura contemporánea sólo hablan con demasiada frecuencia de un simple desinterés por la historia". Buscamos exactamente lo contrario", afirma Jérôme Sigwalt.
